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MAÑANA

Por eso “donde hay poder hay resistencia”, proclama Adrián Moyano. La resistencia se ejerce desde esa observación y quietud, desde la palabra de un pueblo indígena que “decidió no expresar su historia por medio de la escritura”. En su oralidad, la lengua originaria como parte de la cultura es, por tanto, herramienta política. Así, Anahí Rayen Mariluan, cantora en mapudungun, compone cantos que transmiten la cosmovisión y resistencia de su pueblo: “Contribuyó haciendo pequeños cantos inspirados en el alrededor, desde una lengua que traduce los sonidos de la naturaleza, desde un modo de ser y estar en el mundo de mucha contemplación, de conciencia de mucho dolor —nos contaba Anahí—. Desconocemos el idioma de la tierra en que vivimos. Des-silenciar, dar prioridad a las lenguas originarias, significa también bien estar en el mundo”, evoca Anahí, con su voz serena, firme.

Pocos son los ciudadanos mapuches que eligen una profesión según patrones occidentalizados; pocos son los que terminan estudios secundarios que no los identifica. ¿Por qué querrían obtener un título que confirme su pertenencia a la ciudadanía de un pueblo al que no sienten pertenecer? ¿Por qué formarían parte de una educación que no contempla su cultura? ¿Por qué lidiarían con una nación que rechaza su lengua y sabiduría? ¿Por qué querrían formar parte de una sociedad que los segrega y oculta? Hoy como ayer, las voces mapuches alzan su impronta, remueven la historia, defienden, en palabras de Adrián Moyano, “la existencia de un pueblo distinto del argentino y el chileno, la persistencia y la riqueza de su cultura y, sobre todo, su vocación por continuar adelante. No como un mero grupo de comunidades que reconocen algunos vínculos en común, sino como una nación: la mapuche”.

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