HOY
La conformación de un territorio nacional y el imaginario popular de “indios salvajes” determina que el pueblo mapuche proviene de Chile y que, por tanto, no forma parte de los pueblos originarios de la República Argentina. Así, se lo exime constitucionalmente de sus derechos respecto a la Patagonia. Sin embargo, es sabido por historiadores y antropólogos que la presencia de la nación mapuche ha habitado el suelo de la actual Argentina desde milenios antes de la campaña al desierto. Su concepción territorial no contemplaba los límites geo-políticos argentino-chilenos siendo la cordillera de los Andes un cruce natural y cotidiano preexistente a los actuales Estado Nacionales.
La lucha de las naciones originarias se impone no solo en defender sus derechos territoriales a lo largo y ancho del suelo patagónico entendido como Wallmapu: el territorio ancestral mapuche, sino en mantener vigente su cultura. Una cultura que supone un concepto de la tierra no como propiedad sino como newen: fuerzas creadoras de la naturaleza en una cosmovisión en la que “el che (pueblo) tiene la obligación de contribuir a la preservación del equilibrio entre los diversos newen de Wallmapu”, nos cuenta Adrián Moyano, Licenciado en Ciencias Políticas y periodista en su primera publicación Crónicas de la resistencia mapuche: “En su cosmovisión, el género humano es solo un elemento más de la Wallmapu -noción mapuche de universo- en un plano de igualdad con el resto de sus newen —afirma Adrián—. Su concepción es horizontal y circular y en ese ámbito, el che establece relaciones de respeto con el newen del choique, de la montaña, del río, de cada árbol y planta, de los animales, de la nieve y la lluvia, de las piedras, del viento”.